" ESTAS CUATRO PAREDES APRISIONAN MI CUERPO, PERO NO MI PENSAMIENTO"

MIGUEL ANGEL BELTRAN

martes, 12 de noviembre de 2013

EVENTO CATEDRA LIBRE Y ABIERTA


Te invitamos a la catedra al aire libre que se realizara el 19 de noviembre a las 11:30 am en la plazoleta de la Procuraduria, a cargo de los profesores Renan Vega, Piedad Ortega, Jorge Salcedo y David Albarracin, en protesta contra el Procurador Ordoñez.

viernes, 18 de octubre de 2013

PREOCUPACIÓN POR LA LIBERTAD DE CÁTEDRA, LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA, EL PENSAMIENTO CRÍTICO Y EL DERECHO A DISENTIR

Justicia y Reparación para el profesor Miguel Ángel Beltrán

El pasado 4 de septiembre la Procuraduría General de la Nación en cabeza de Alejandro Ordoñez decidió destituir al profesor Miguel Ángel Beltrán Villegas en su condición de docente de la Universidad Nacional de Colombia e inhabilitarlo por trece años para ejercer cargos públicos; un fallo que llama la atención tanto por la forma como fue proferido como por los interrogantes que plantea al país sobre la idoneidad del Procurador para defender los derechos de los ciudadanos y el asombroso silencio mostrado por el Rector de la Universidad Nacional, Ignacio Mantilla.

Preocupa que la Procuraduría haya hecho caso omiso del fallo proferido por la justicia colombiana, donde se eximía de toda responsabilidad penal al profesor Beltrán y se le restituían sus derechos, y que las directivas de la Universidad Nacional entregaran el caso para su revisión omitiendo el derecho a aplicar el principio de autonomía universitaria que –todavía– la ampara, pasando también por encima del fallo ya proferido por una Juez de la República y renunciando al uso de su propio régimen disciplinario del que se supone también goza, tal y como lo consagra la Ley 30 de 1992 aún vigente, donde se establece la posibilidad para las universidades públicas de tener su propio régimen disciplinario tanto para docentes como para funcionarios administrativos[1].

Advertimos en el proceder de las dos instancias un preocupante mensaje al profesorado y a los empleados no docentes de las universidades públicas del país, puesto que sus actos por acción y por omisión respectivamente, expresan una clara persecución y criminalización del pensamiento crítico, de la labor gremial y sindical, del derecho a disentir y a manifestarse púbicamente consagrado por la Constitución Nacional y amparado por el Estatuto General de nuestras Universidades. Rechazamos categóricamente esta condena y tememos que con ésta se busque una lección ejemplarizante que se pueda extender a todas las universidades públicas. Violar el derecho al buen nombre, desestimar fallos absolutorios de otras instancias, vulnerar los principios de buena fe, presunción de inocencia y debido proceso, ¿serán prácticas avaladas por las rectorías con el beneplácito de la Procuraduría? 
Por todo lo anterior, EXIGIMOS: 

  • Que la Procuraduría revoque su decisión y restituya plenamente los derechos del profesor Beltrán. Es de recordar que esta entidad representa a los ciudadanos frente al Estado y tiene como uno de sus deberes primordiales “vigilar el cumplimiento de la constitución, las leyes, las decisiones judiciales y los actos administrativos; proteger los derechos humanos y asegurar su efectividad, con el auxilio del Defensor del pueblo; y defender los intereses de la sociedad” (Art. 277 de la Constitución Nacional). 
  • Que la Universidad Nacional de Colombia en cabeza del Rector Ignacio Mantilla reconozca el fallo absolutorio que ya le había otorgado la Juez Cuarta Penal del Circuito Especializado de Bogotá al leer sentencia absolutoria al profesor Beltrán en audiencia pública el 27 de julio de 2011. 
  • Que la Universidad Nacional de Colombia reconozca la parcialidad con la que actuó porque su proceder cuestiona el dictamen y la condena. 
  • Que tanto la Procuraduría como la Rectoría de la Universidad Nacional devuelvan el buen nombre, reparen el daño y ofrezcan disculpas públicas al profesor Miguel Ángel Beltrán. 
  • Que se restituya plenamente la autonomía universitaria y la libertad de cátedra en las universidades públicas del país, como parte de sus principios constitucionales, legales y estatutarios actualmente vigentes. 
  • Que la Universidad Nacional reconozca y haga efectivo el pago de la licencia no remunerada al profesor Beltrán, durante el tiempo que estuvo detenido. 
  • Que tanto la Universidad Nacional como las demás universidades públicas desistan de su pretensión de utilizar a la Procuraduría como instrumento de persecución disciplinaria a docentes y trabajadores de las casas de estudio, y en tal caso que recurran a las instancias que tienen consagradas en su funcionamiento interno para tal propósito, haciendo valer a su interior la Constitución y las leyes que nos rigen. 
  • Que el Rector de la Universidad Nacional de Colombia, doctor Ignacio Mantilla, desestime e inaplique la resolución de la Procuraduría General de la Nación que inhabilita al Profesor Miguel Ángel Beltrán Villegas a seguir ejerciendo la docencia y la investigación en la Universidad, con fundamento en el fallo absolutorio que lo benefició. 
  • Que el Rector de la Universidad Nacional de Colombia, Ignacio Mantilla, defienda la Autonomía Universitaria y aplique los Reglamentos Internos de la Institución. 
  • Que se respete la libertad de cátedra, de pensamiento crítico y la autonomía universitaria de las Universidades Públicas en Colombia. 


Medellín, Octubre 9 de 2013 

MARÍA ROCÍO BEDOYA BEDOYA                                              JORGE ARISTIZÁBAL OSSA 

Presidenta                                                                                       Secretario 

 

Junta Directiva
ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

 

DENUNCIA PÚBLICA

Denunciamos ante la opinión pública nacional e internacional, la persecución contra el docente e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, Miguel Ángel Beltrán, quien el pasado viernes 11 de octubre fue retenido en las instalaciones de migración del aeropuerto internacional “El Dorado” de Bogotá (Colombia) cuando venía en un vuelo procedente de Argentina, pese a contar con toda su documentación en regla.

Según los funcionarios del Departamento de Migración, el Dr. Beltrán tenía vigente un requerimiento de INTERPOL, y debió permanecer en las oficinas de migración, durante más de una hora, mientras se procedía a la verificación de esta información, generando zozobra entre familiares y amigos que esperaban con angustia en el muelle internacional. Una vez que los agentes de migración recabaron la información necesaria para permitir su ingreso, procedieron –por orientación de INTERPOL- a un largo interrogatorio donde se le preguntó por sus datos personales y los de su núcleo familiar.
Como es de conocimiento público, desde junio de 2011, el profesor Beltrán fue absuelto de los cargos de rebelión y concierto para delinquir con fines terroristas y actualmente no pesa sobre él orden judicial alguna; por lo que este procedimiento resulta a todas luces irregular y violatorio de sus libertades individuales; al mismo tiempo que constituye una clara demostración de que sigue la persecución del Estado en su contra. Este nuevo atropello -que tienen el propósito de generar miedo y terror entre quienes cuestionan las políticas oficiales- se suma a una cadena de vulneraciones contra los derechos fundamentales de que ha sido objeto el profesor Beltrán, desde su secuestro en México el 22 de mayo de 2009.
 
Alertamos a los organismos defensores de derechos humanos sobre estas situaciones que pretenden desconocer, -de manera deliberada-el fallo absolutorio que puso en libertad al profesor Beltrán; estigmatizándolo y atentando contra su dignidad humana.
Campaña Europea por la libertad de las y los prisioneros políticos
INTAL-América Latina
Corporación Solidaridad Jurídica
Brigada Jurídica Eduardo Umaña Mendoza
Campaña Traspasa los muros
Observatorio de DDHH, Paz y conflicto Alfredo Correa de Andreis
ON Y VA, globalizando la solidaridad
Asociación de DDHH Justicia Social por Colombia
Campaña Traspasa los Muros – Capítulo Argentina

miércoles, 2 de octubre de 2013

CARTA ABIERTA A UN INQUISIDOR DEL PENSAMIENTO CRÍTICO

Doctor Alejandro Ordoñez

Ilegítimo Procurador General de la Nación

 

Guió don Quijote, y habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra,
y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo, y dijo:
-Con la iglesia hemos dado, Sancho.
-Ya lo veo -respondió Sancho-. Y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura;
El Quijote. Miguel de Cervantes Saavedra

El pasado 4 de septiembre tuve conocimiento a través de los medios oficiales de comunicación de la decisión tomada por su despacho de destituirme de mi condición de docente de la Universidad Nacional de Colombia e inhabilitarme por 13 años para ejercer cargos públicos; un fallo que llama la atención tanto por la sevicia con que pretende eliminarme del espacio público y universitario, como por la pobreza intelectual y argumentativa que acompaña el mismo, haciendo uso de pruebas ya superadas en el proceso judicial y limitando el legítimo derecho a la defensa que me asiste.

 La investigación disciplinaria en mi contra la inició su despacho con base en una noticia publicada por el periódico El Espectador, el 27 de mayo de 2009, circunstancia que -como lo anotó en su momento mi defensa- dejaba en claro su interés específico en el caso, y aunque la investigación fue asignada al Procurador 1º. Delegado para la vigilancia administrativa, no escapa a mi entendimiento que Usted funge como “titular y jefe único del Ministerio Público, ante el cual todos los demás funcionarios que trabajan en la procuraduría son subordinados, incluyendo desde luego el mencionado procurador delegado y los abogados y abogadas que le asisten en su función, junto con todos y cada uno de los procuradores judiciales en lo penal”.

 ¿Podría esperarse una decisión distinta de una entidad oficial donde algunos de sus empleados han sido designados no por sus capacidades y competencias jurídicas, menos aún por sus calidades éticas, sino como parte de un entramado clientelista, en el que Usted, como cabeza visible de ese organismo, vinculó laboralmente a personas ligadas con lazos familiares o de amistad a servidores públicos que intervinieron para su reelección como procurador? La ecuanimidad no ha sido precisamente una de las virtudes que ha caracterizado su ejercicio profesional; su flagrante violación al artículo 126 de la Constitución Política Nacional, así lo corrobora.

 También habla de su falta de imparcialidad el hecho de que antes de iniciar el proceso disciplinario en mi contra, se hubiese pronunciado públicamente señalando la validez de los supuestos computadores del guerrillero de las FARC, abatido en Ecuador, “Raúl Reyes”, impugnando la decisión de la Corte Suprema que declaró su ilegalidad y aduciendo que se obtuvieron “en un contexto de lucha contra el terrorismo, al amparo de la seguridad nacional e internacional, en el marco del desarrollo de un conflicto no internacional”, eliminando así las garantías mínimas para un proceso justo.

Curiosa “justicia” la de este país tanto tiempo consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, donde el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, INPEC (adscrito al Ministerio de Justicia y del Derecho) niega mi condición de servidor público para mantenerme durante más de dos años en una prisión de alta seguridad, junto con peligrosos paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros; mientras que su Ministerio Público ratifica tal condición para iniciarme una investigación disciplinaria, en el momento en que los jueces validaban una captura ilegal, producto de mi secuestro, tortura y expulsión de México; acción en la que, cabe anotar, participaron funcionarios públicos colombianos y sobre la cual no hay la más mínima alusión en su pliego de cargos, pese a que fueron puestos de presente ante la Viceprocuradora General, por una delegación de reconocidos juristas mexicanos, y circunstancias que yo mismo relaté en mi testimonio ante la juez cuarta penal del circuito especializado de Bogotá, en presencia de la Procuradora Penal II que allí concurría en calidad de agente especial de su despacho.

¿Olvidó Usted y su delegada que como entidad que representa a los ciudadanos frente al Estado es un deber de la Procuraduría “vigilar el cumplimiento de la constitución, las leyes, las decisiones judiciales y los actos administrativos; proteger los derechos humanos y asegurar su efectividad, con el auxilio del Defensor del pueblo; y defender los intereses de la sociedad” (Art. 277 de la Constitución Nacional)? ¿Es esta la democracia garantista que tanto se enorgullecen los gobernantes colombianos?

El fallo que ha proferido su despacho causa indignación porque siendo Usted constitucionalmente el garante de los derechos fundamentales de la sociedad colombiana ha sido el primero en pisotearlos; sin embargo, no es un azar que provenga de alguien que ha militado en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (Fraternitas Sacerdotalis Sancti Pii X), la misma que en cabeza del ex arzobispo Marcel Lefevbre calificó la dictadura argentina -en la que hubo más de treinta mil desaparecidos- como “un gobierno de orden, que tiene principios”; y que a través del obispo británico Richard Williamson –ordenado por el mismo Lefevbre- afirmó que el holocausto era “un mito prefabricado” y que “ningún judío había muerto en la cámara de gas” (El País, febrero 1 de 2009).

 Ante sus correligionarios Usted puede ufanarse de ser un consecuente soldado de los caballeros templarios porque en pleno siglo XXI anuncia con sus trompetas de guerra que el aborto es un delito de lesa humanidad; porque persigue con su espada católica las uniones entre homosexuales; porque reivindica la Iglesia que legitimó el genocidio contra los pueblos originarios de América y ejerció el “santo oficio de la inquisición” a través de la tortura, la hoguera y el descuartizamiento; porque justifica los miles de “infieles” que murieron a mano de los cruzados; porque guarda en una de las gavetas de su escritorio un índice de lecturas prohibidas ( Index librorum prohibitorum et expurgatorum) y porque asiste a las ceremonias lefebvristas que se ofician en la Iglesia de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, de espalda a los feligreses y en latín, quizás para excluir de la santificación a quienes, además de la pobreza, sólo poseen el don de las lenguas vernáculas.

Como muchos compatriotas de mi generación me formé en escuelas y colegios que siendo públicos profesaban la fe católica, y a sus estudiantes se les exigía presentar para su ingreso la partida de bautizo, y el registro de matrimonio de los padres. Además contábamos con los servicios espirituales de un capellán, siendo obligatoria la asistencia a las celebraciones litúrgicas, que si nos atenemos a su parecer ya estaban contaminadas del “humo de Satanás” porque no se celebraban en latín. En estos centros educativos los cursos de religión constituían una asignatura más donde estudiábamos la biblia, en su edición oficial (la de Jerusalén) porque las demás estaban proscritas; fue muchos años después que comprendí que existían otros libros sagrados como el Corán, el Talmud, el Tao, o el Popol Vuh; y que en el mundo además de católicos existían protestantes, judíos, musulmanes, budistas, gnósticos, agnósticos, mormones y animistas entre muchas otras doctrinas religiosas, y, lo más importante, entendí que no era un pecado pertenecer a ellas. Así mismo, advertí que en la Iglesia católica coexistían corrientes “progresistas” y, también, “tradicionalistas” como la que Usted adscribe.

Ese conocimiento y ese respeto hacia los creyentes y no creyentes fue posible gracias a la formación que me brindó la Universidad Pública, donde la libertad de cátedra, y el pluralismo ideológico fueron siempre pilares fundamentales, como una valiosa conquista del movimiento universitario de Córdoba (1918) que se expandió a todo el continente. Son esos mismos principios los que su despacho acaba de cercenar gracias a su arbitraria decisión contando con la impasible mirada del rector de la Universidad Nacional, Ignacio Mantilla, quien frente al caso no sólo ha guardado un silencio cercano a la estolidez, sino que ha invocado el poder ilegítimo que Usted ostenta para solicitar su actuación disciplinaria sobre los trabajadores y funcionarios del Alma Mater que se han movilizado para reivindicar sus legítimos derechos. Acción que menoscaba la autonomía universitaria y que pretende ser repicada hoy por las directivas de otras universidades públicas.

 Estas lejanas vivencias y aprendizajes que marcaron mis primeros años de estudio hasta concluir el bachillerato, me permiten recordarle que cuando Usted valida las supuestas pruebas del computador de Reyes y la USB, a sabiendas de que son ilícitas e ilegales y que fueron analizadas y superadas en el proceso judicial, a la vez que me señala de difundir con mis escritos el pensamiento revolucionario de las FARC; divulgar sus ideas en foros internacionales; organizar eventos en la Universidad Nacional “con sentido político” invitando a los estudiantes a que se unan a las filas de las FARC y pretender crear un centro de investigación de esta organización armada, está faltando una vez más al octavo mandamiento de la Ley de Dios “No levantarás falsos testimonios, ni mentirás”. Y digo una vez más, porque ya lo hizo en el proceso contra la Senadora Piedad Córdoba.

 En su conocido catecismo el Padre Gaspar Astete nos recordaba que había tres tipos de mentiras: jocosa, la que se recurre para hacer un chiste; oficiosa, la que se dice por utilidad propia; y perniciosa, la que busca dañar al prójimo. Déjeme decirle, señor procurador, que Usted ha incurrido en las tres: ha dicho una mentira jocosa porque acusarme de que participé en eventos nacionales e internacionales para difundir el pensamiento revolucionario de las FARC francamente produce risa; ha recurrido a una mentira oficiosa para defender sus convicciones político-religiosas personales y ha dicho una mentira perniciosa que tiene como propósito mi eliminación física del campus universitario colocando en alto riesgo mi integridad personal y la de mi familia (y desde ya lo responsabilizo de las consecuencias que esta temeraria falsedad pueda tener).

 Las dos primeras mentiras son pecados veniales, pero la última constituye –en la interpretación que hace el padre Astete- un pecado mortal. No quisiera preocuparlo, señor Procurador, pero sus contravenciones a los principios cristianos son muchos más graves que esto, porque además de sus mentiras perniciosas ha incurrido en perjurio ya que en el momento de su posesión, Usted Juró solemnemente que ejercería “el control disciplinario del servidor público, adelantando las investigaciones y sancionando a los funcionarios que incurran en faltas disciplinarias en el desempeño de sus funciones y desarrollando investigaciones cuando se presenten irregularidades en el manejo del patrimonio público”.

 Pero Acaso ¿no pidió Usted absolver al coronel Alfonso Plazas Vega condenado por la desaparición de 11 personas en los sangrientos hechos del Palacio de Justicia? ¿No solicitó eximir de responsabilidad penal a oficiales, suboficiales y soldados judicializados por caso de “falsos positivos”(ejecuciones extrajudiciales realizadas por el Estado)en Bosconia (Cesar) argumentando que estos crímenes se hicieron para defender la institución? ¿No desestimó las contundentes pruebas contra el ex senador –y primo del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez- Mario Uribe por sus vínculos con el paramilitarismo? ¿No se enfrentó a la Corte para buscar la absolución del político Mauricio Pimento, electo gobernador del Cesar con votos amarrados a través del terror paramilitar? El filo de su espada justiciera no ha rozado ni de cerca a los servidores públicos que han defraudado el erario público, no obstante ha sido desenvainada para inhabilitar a quienes hemos disentido de las políticas oficiales, denunciado el terrorismo de Estado y propugnando por una salida dialogada al conflicto armado y social colombiano.

La Doctrina Católica enseña la obligación de cumplir con los mandamientos para alcanzar la salvación divina, esto lo consagra ya no digamos el Concilio Vaticano II, -el que tengo entendido Usted aborrece por su ecumenismo y excesiva liberalidad- sino el mismísimo Concilio de Trento. Créame que no es mi aspiración verlo abrasado por las ardientes llamas del infierno; no desearía para Usted la suerte que corrieron decenas de ejemplares de obras escritas por Marx, Descartes, Friedrich Nietzsche, José María Vargas Vila y Gabriel García Márquez, entre muchos otros, cuya quema pública Usted propició en sus años juveniles. Le aclaro sí, que no le escribí para recordarle sus deberes de cristiano que tanto lo desvelan; soy respetuoso de las creencias políticas y religiosas y estoy seguro que los dolores del alma que deben asistirle por su torcido proceder serán purificados en su fuero interior gracias el sacramento de la penitencia.

 Mi carta es para hacer pública mi indignación por el reiterado daño que Usted le ha venido causando a la sociedad colombiana, prevaricando e incumpliendo sus responsabilidades como funcionario público y regando la simiente de la intolerancia, en un país donde las élites gobernantes se han caracterizado precisamente por excluir y aniquilar todo lo que se opone a sus mezquinos intereses, como lo hicieron con la Unión Patriótica, organización política y legal, a la que le asesinaron más de cinco mil militantes; y como lo sigue haciendo el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con líderes populares que han participado en las recientes movilizaciones sociales.

 Su nociva actuación no es nueva: como presidente del Consejo de Estado Usted favoreció las fumigaciones con glifosato de cultivos de uso ilícito, vulnerando los derechos colectivos de las comunidades a disfrutar de un ambiente sano y permitiendo que se atentara contra la salubridad pública y la conservación del ecosistema; de este modo despejó el camino para la aplicación de las políticas antidrogas, acrecentando la pérdida de nuestra soberanía nacional y el afianzamiento de las estrategias contrainsurgentes que han tenido continuidad bajo la actual administración.

Todavía está fresca en la memoria de los colombianos su desempeño como magistrado del Consejo de Estado frente a los procesos de la parapolítica. Particularmente, frente a la solicitud de pérdida de investidura del entonces congresista William Alfonso Montes Medina -quien reconoció haber firmado el “Pacto de Ralito” suscrito entre paramilitares y políticos para ‘refundar’ la patria- Usted se pronunció señalando que “no obran en el proceso suficientes elementos probatorios que permitan afirmar la pertenencia del congresista a los mismos, de la sola firma del documento arriba señalado no se puede inferir tal aseveración” (Bogotá, D.C., 20 de noviembre de dos 2007), pruebas que Usted minimizó y que fueron suficientes para que la Corte Suprema condenara penalmente al ex congresista a 90 meses de cárcel; Otro tanto sucedió con los congresistas Ciro Ramírez, Álvaro Araujo, Erick Morris, Jairo Enrique Merlano y Luis Humberto Gómez Gallo, entre muchos otros que la Corte condenó ¿determinaron estos complacientes pronunciamientos su nombramiento como Procurador General de la Nación?

 ¡Qué lejos estamos de aquellos tiempos en que el entonces Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, se levantó erguido y con pruebas en mano reveló a la comunidad nacional e internacional los nombres de 163 personas involucradas en actividades de paramilitarismo, específicamente relacionadas con los escuadrones del MAS (Muerte a Secuestradores)! Entre los comprometidos figuraban 59 miembros de las Fuerzas Armadas en servicio activo, incluido al hoy general® Álvaro Velandia Hurtado, responsable de la desaparición forzada de la estudiante Nidya Erika Bautista!. La Procuraduría ordenó la destitución de este oficial en 1995, sin embargo, siete años después Usted, como magistrado del Consejo de Estado, votó la revocatoria de la sentencia, logrando la restitución de este general comprometido en delitos de lesa humanidad.

 Pero Usted también le ha hecho otros favores al paramilitarismo: a principios del 2010, por ejemplo, conceptuó que los vicios de trámite de la ley que convocaba al referendo reeleccionista, con el cual pretendía perpetuarse en el poder el ex presidente Álvaro Uribe Vélez eran subsanables y pidió que se declarara exequible. En un país donde los procesos burocráticos caminan tan lentamente, entregó su fallo dos semanas antes del tiempo previsto por la ley ¿tanta prisa tenía para garantizarle a su mentor político la posibilidad de un tercer mandato?

 No nos digamos mentiras, señor Procurador (I), sus convicciones religiosas a las que refería al iniciar esta carta son solo una fachada para llevar adelante la tarea servil que le han encomendado las élites bipartidistas de este país: esto es, borrar del camino cualquier vestigio de oposición política y social; pues si con el accionar de las fuerzas militares y paramilitares en Colombia se elimina al contradictor político, y con el apoyo de la rama judicial se fabrican falsos positivos judiciales; con el Ministerio Público que usted regenta de manera ilegítima, se ha buscado inhabilitar políticamente a figuras representativas de la oposición; no de otra manera se explican las arbitrarias investigaciones que abrió contra el senador Jorge Robledo, la senadora Gloria Inés Ramírez y el concejal Jaime Caicedo, como lo hizo en su momento con la Doctora Piedad Córdoba y, ahora intenta hacerlo con los funcionarios públicos que han viajado a La Habana a entrevistarse con la delegación de las FARC . Esta mesa de diálogo con representantes del gobierno se instaló hace cerca de un año para concertar salidas políticas al conflicto armado y social colombiano ¿Pretende criminalizar, también, las expresiones de apoyo al proceso de paz? Ni el mismo senador republicano Joseph McCarthy se hubiera atrevido a tanto.

Con esta misiva pongo a su disposición mi libro La Vorágine del Conflicto Colombiano: una Mirada desde las Cárceles, que recoge relatos de vida de los protagonistas del conflicto armado y social (militares, paramilitares, guerrilleros, milicianos y delincuentes sociales), los cuales recopilé durante los dos años que estuve injustamente privado de la libertad sindicado de rebelión y concierto para delinquir. Tengo la sospecha que este ejemplar terminará alimentando sus piras bibliográficas (en su momento los guardias penitenciarios realizaron acciones similares con las bibliotecas que creamos los presos políticos en La Modelo y la Picota); lo invitó, sin embargo, a que venza sus prejuicios medievales y lo lea, quizás le ayude a recordar la verdad a gritos de los estrechos nexos que han tenido el Estado Colombiano, las Fuerzas Militares, latifundistas y políticos nacionales y locales con las organizaciones paramilitares; también le aportará algunos elementos sobre el oscuro desempeño del ex comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, a quien ha defendido con vehemencia su despacho.

 Finalmente quisiera decirle que pese a la falta de ponderación en sus decisiones, he cumplido, a través de mi defensa, con el ritual de apelación, que Usted deberá resolver en los próximos días. Desde mi secuestro en México, el 22 de mayo de 2009, el Estado colombiano ha menoscabado casi todos mis derechos fundamentales; los regímenes autoritarios suelen instrumentalizar a organismos como la Procuraduría y a personajes como Usted para conculcar los derechos humanos y las libertades públicas, por eso no puedo más que rememorar la digna actitud asumida por el astrónomo y matemático Giordano Bruno cuando fue condenado a la hoguera por el Santo Oficio de la Inquisición:

Bruno escucha en silencio, arrodillado delante de sus jueces. Pequeño, flaco, descarnado, con la barba oscura y descuidada, agotado por casi 2.800 días de prisión, por las privaciones, la tortura, por una inquietud que duró siete años y nunca compartida con alguien, por nadie confortado, Bruno se yergue, la mirada orgullosa y llameante. Luego se alza, mirando en derredor con una mirada torva y amenazadora, colmada de un desprecio incontenible, y pronuncia las últimas palabras de las que se tiene testimonio seguro. Son palabras ásperas, duras, que surgen de un espíritu que domina al de los jueces y de los presentes, que está más allá de la muerte ya inminente. Son palabras proféticas que, sin que nadie las comprenda, anuncian el futuro de la Iglesia y tal vez, de la humanidad: ‘Tal vez tenéis más temor vosotros al pronunciar mi sentencia, que yo al recibirla’ [Primitivo Martínez Fernández. La Inquisición. El Lado Oscuro de la Iglesia]

 

Atentamente,
Miguel Ángel Beltrán Villegas
Profesor Asociado. Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, octubre 3 de 2013

LA DESTITUCIÓN DEL PROFESOR MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN REPRESENTA UNA CONDENA AL PENSAMIENTO CRÍTICO

El colega Miguel Ángel Beltrán, vinculado como profesor a la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, fue secuestrado conjuntamente por los Estados de Colombia y México en una tenebrosa maniobra de terrorismo internacional en el año de 2009, que revivió la sombría época del Plan Cóndor, en el que las dictaduras del Cono Sur secuestraban, torturaban y mataban a los que declaraban como sus enemigos. Luego de su secuestro fue traído a Colombia y presentado como Jaime Cienfuegos, un presunto enlace internacional de las FARC. El estado colombiano justificó el secuestro y las posteriores acusaciones en los supuestos computadores de Raúl Reyes, en donde aparecían pretendidos correos entre el comandante insurgente y el profesor Beltrán.

Aparte de que tales “pruebas” eran muy burdas y amañadas se dio un largo proceso que significó que el Profesor Miguel Ángel permaneciera detenido en forma ilegal durante 25 meses en varias cárceles del país y luego un juez determinó que las acusaciones de la Fiscalía no tenían el más mínimo fundamento, como quedó consignado en el fallo absolutorio. Cuando esto sucedió ni el Estado colombiano ni los medios de comunicación, que habían calumniado al profesor, no hicieron rectificaciones ni pidieron disculpas por sus señalamientos criminales.

Él se reintegró a su trabajo docente en la Universidad Nacional, y en el año 2011 la Procuraduría General de la Nación le abrió un proceso disciplinario por las mismas razones que había sido absuelto. Luego de más de dos años, el 3 de septiembre la Procuraduría falló en primera instancia en su contra, procediendo a destituirlo de su cargo y a suspenderlo por un tiempo de 13 años para ejercer cualquier cargo público en Colombia.

La Procuraduría en forma arbitraria desconoció la decisión del proceso judicial y asume que Miguel Ángel Beltrán y Jaime Cienfuegos son la misma persona –una falacia que se desmoronó durante el juicio–, a partir de lo cual fundamenta su decisión. A partir de ese falso presupuesto, la Procuraduría no efectuó ninguna investigación, sino que se limitó a dictaminar una decisión tomada con antelación.

Lo que es más grave, porque sienta un peligroso y terrible antecedente, radica en que la Procuraduría está censurando –y castigando– la libre opinión de un académico e intelectual que se atrevió a fijar su posición en forma abierta sobre el conflicto social y armado que soporta Colombia, hasta el punto que se criminalizan sus puntos de vista, como los que expresó en una entrevista concedida a la W Radio, durante la cual fue atacado por un conocido periodista en forma alevosa y grotesca, inquiriéndolo para que dijera si era terrorista o no. La Procuraduría y los medios de comunicación actúan como si fueran fiscales y jueces de la inquisición.

 Se consideran como pruebas en su contra los “reiterados artículos publicados sobre el ‘conflicto colombiano’ y su comprobada asistencia a foros internacionales” en los que la Procuraduría, en contra de lo dictaminado por el Juez que lo declaró inocente, opina que en ellos se difundía el punto de vista de las FARC.

La destitución del colega representa una condena al pensamiento crítico e independiente y constituye un nefasto precedente, porque en lo sucesivo cualquier profesor, catedrático o investigador será juzgado, condenado y/o destituido por lo que piense y afirme, con lo cual se clausura la libre opinión e investigación académica. Esto significa la imposición de la censura y la autocensura a quienes disientan y critican el estado de cosas existentes, mientras que gran cantidad de delincuentes –ligados incluso a gobiernos anteriores– mantienen sus acciones criminales.

Lo más preocupante estriba en que los atropellos contra nuestro colega no han sido llevados a cabo en forma exclusiva por la “justicia colombiana” sino que también por la Universidad Nacional. En efecto, durante el tiempo que estuvo encarcelado, esta institución suspendió en forma arbitraria su vinculación a la planta docente mediante una licencia no remunerada, con lo cual se violaron sus derechos y se generaron grandes privaciones a su familia. Así mismo, diversas instancias de la Universidad Nacional pusieron múltiples trabas para que se le concediera una prórroga a su comisión de posdoctorado, la que finalmente le fue aprobada, y eso a pesar del riesgo personal que corre el profesor de permanecer en el país debido a las amenazas contra su vida.

 En el mismo sentido, es lamentable que la Universidad Nacional no se haya opuesto a la actuación de la Procuraduría y no haya invocado el derecho a la autonomía universitaria para adelantar procesos disciplinarios internos, sino que sus altos funcionarios hayan permanecido en silencio, como si el procedimiento de la Procuraduría no significara, en última instancia, la vulneración de dicha autonomía.

Los profesores universitarios y la comunidad universitaria en general no pueden aceptar en forma pasiva una decisión tan amañada como la de la Procuraduría, porque eso representa una afrenta contra la libertad de cátedra y de crítica y un atentado contra las pocas garantías democráticas que aún nos quedan.

 Si en esta ocasión nos callamos y aceptamos en silencio las arbitrariedades de un órgano de control disciplinario que se está atribuyendo funciones de juez, que no tiene, como lo determinó el Consejo de Estado el 11 de junio de 2013, tal y como lo transcribe El Espectador en su edición virtual del 23 de septiembre del presente año:

“la Procuraduría General de la Nación no juzga ni sentencia porque no es un juez, es la máxima autoridad disciplinaria y sus decisiones están sujetas al control del Consejo de Estado, porque no posee “un poder omnímodo no sujeto a controles ni es una nueva rama del poder (…); no se pueden atribuir, en contra de la Constitución Política que dice defender, estas funciones ni siquiera sugerir que sus decisiones constituyen sentencias, con todas las garantías que revisten los fallos judiciales”.

El tribunal precisó que el uso corriente de la expresión “juez disciplinario” por la Corte Constitucional, para hacer referencia a la Procuraduría, “no puede interpretarse bajo ninguna perspectiva en el sentido de que la Procuraduría sea una autoridad jurisdiccional ni de que sus dictámenes disciplinarios tengan la naturaleza jurídica de sentencias que hagan tránsito a cosa juzgada; tampoco el uso de la palabra ‘fallos’ o ‘instancias’, en el que se suele incurrir”.

 La Procuraduría General de la Nación no juzga ni sentencia porque no es un juez, es la máxima autoridad disciplinaria y sus decisiones están sujetas al control del Consejo de Estado, porque no posee “un poder omnímodo no sujeto a controles ni es una nueva rama del poder. (http://www.elespectador.com/noticias/nacional/procuraduria-no-juez-articulo-448038)

Vale terminar, recordando que las decisiones de la Procuraduría en términos pretendidamente disciplinarios se convierten en realidad en una “nueva” práctica de impartir justicia, que es más riesgosa que las mismas acciones penales, porque éstas últimas pueden ser más garantistas, mientras que con las acciones administrativas se genera la muerte política y pública de los funcionarios destituidos. De ahí que esta forma sea tan detestable, si no más, que la abierta persecución política o el encarcelamiento arbitrario, porque pretende ampararse en una decisión puramente administrativa, procedimiento mediante el cual “se saca de circulación” a todo aquel funcionario público (como los profesores universitarios) considerados incómodos o enemigos del Estado colombiano.

 Por todo lo anterior, ASPU NACIONAL Y ASPU UPN llaman a todos los colegas universitarios a rechazar abiertamente la actuación ilegítima y arbitraria de la Procuraduría y brindan todo su apoyo y solidaridad moral al colega Miguel Ángel Beltrán Villegas.

 
Bogotá D.C. 24 de Septiembre de 2013

ASOCIACIÓN SINDICAL DE PROFESORES UNIVERSITARIOS ASPU-UPN
Personería Jurídica No. 0623 del 4 de Mayo de 1966 del Ministerio de Trabajo

 

LA CÁRCEL Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO PRESENTACIÓN DE "LA VORÁGINE DEL CONFLICTO COLOMBIANO: UNA MIRADA DESDE LAS CÁRCELES", DE MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN


 
RENÁN VEGA CANTOR, REBELIÓN/LA PLUMA

 

Renán Vega Cantor

“Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas.
Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, e
l más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma
y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.
Nace con un pedazo de hierro; arrastra consigo este mundo
misterioso que agita cada corazón; crece nutrido de todas las penas sombrías,
y rueda, al fin, aumentado con todas las lágrimas abrasadoras”.
José Martí, El presidio político en Cuba. (1873)

 

Tengo el privilegio de participar en este evento gracias a la invitación personal que me ha hecho mi dilecto amigo Miguel Ángel Beltrán, lo cual para mí es un honor y una responsabilidad solidaria. Un honor que yo pueda dirigir unas palabras sobre su nuevo libro, y una responsabilidad, porque los profesores de la universidad pública estamos siendo amenazados y es un deber y una obligación oponernos a los designios de quienes representan a los pregoneros de la guerra y el odio. En esta ocasión quiero referirme de manera breve y panorámica a tres cuestiones: al autor, a la obra, y a la cárcel.

 EL AUTOR

Una tendencia de la crítica literaria y bibliográfica afirma que cuando se comenta una obra debe hacerse abstracción de quién es el autor y centrarse en forma exclusiva en la obra misma, para juzgarla de manera intrínseca y entender desde dentro sus virtudes y limitaciones, con independencia de la producción previa de un autor y de su trayectoria. Este presupuesto es difícil de aceptar cuando se comenta un libro como el que hoy estamos presentando, porque la vida de Miguel Ángel Beltrán está indisolublemente ligada, incluso como autobiografía, a su obra La vorágine del conflicto colombiano. Por tal razón, antes de hablar del libro que nos convoca es indispensable referirnos a su autor, lo cual nos remite al contexto colombiano actual.

Miguel Ángel es un notable estudioso e investigador de la realidad colombiana, pero no es un académico convencional, sino un activo participante en el drama de la vida nacional. Esto lo ha llevado a mirar la situación del país de una manera mucho más profunda que la del investigador tradicional y del típico profesor universitario, cuya relación con el saber social es puramente instrumental, porque cada vez se aísla más del mundo real, se centra en forma endogámica en una especialidad restringida y vende el conocimiento como cualquier mercancía (como sucede en Colombia con los violentologos).
 
Ese vínculo entre el conocimiento y el compromiso atraviesa toda la vida y obra de Miguel Ángel, siempre consagrada a la universidad pública, tanto como estudiante (en la Universidad Distrital, la Universidad Nacional y la UNAM de México) y como profesor. Este hecho es importante resaltarlo porque allí se encuentra, a mi modo de ver, el origen de la persecución que soporta nuestro colega y compañero.

Al respecto deben recordarse algunos hechos de esa persecución, que evidencian una responsabilidad directa del Estado en general y del uribismo en particular. El 1 de marzo de 2008 el Estado colombiano cometió un crimen de guerra en Sucumbíos Ecuador, lugar en el que fueron asesinados a mansalva 26 personas, entre ellas un ecuatoriano y cuatro estudiantes mexicanos, cuyos nombres no se pueden olvidar: Verónica Natalia Velázquez, Soren Ulises Avilés, Juan González del Castillo y Fernando Franco Delgado. Estas personas eran estudiantes de la UNAM y estaban vinculados al programa de Estudios Latinoamericanos. Además, en esa ocasión se inventó el mágico e indestructible computador de Raúl Reyes donde, como en la lámpara de Aladino, todos los días siguen saliendo documentos que inculpan a Raimundo y todo el mundo de ser terroristas y donde se anuncian con increíble precisión todos los hechos posteriores a 2008, en Colombia y en el mundo, ¡tales como las luchas de la MANE, el Paro Agrario e incluso los ataques de Estados Unidos a Libia y a otros países del medio oriente!

Aparte de calumniar a los estudiantes asesinados, para desviar la atención por el crimen cometido, el uribismo y sus áulicos mediáticos y académicos necesitaban un hecho de carácter internacional en el que se involucrara a un colombiano de la universidad pública con la UNAM, entidad que venía siendo infiltrada en forma ilegal por ese gobierno, como se ha comprobado después. El objetivo desde luego era claro: mostrar ante la opinión que esa respetable casa de estudios, la UNAM —que ha dado acogida a perseguidos políticos de todo el mundo durante diversas épocas— es un centro terrorista y, de esta manera, enlodar aún más la imagen de los cuatro estudiantes asesinados y justificar dicho crimen. En estas circunstancias, se prepara y efectúa el secuestro de Miguel Ángel Beltrán en México, donde él estaba adelantando estudios de Posdoctorado. Este es un hecho vergonzoso para el Estado de México, que se hizo cómplice de otro crimen del parauribismo y terminó con una tradición histórica de ese país como territorio que daba asilo a refugiados y perseguidos. Al respecto en el libro que comentamos se encuentra un testimonio que reafirma esto que decimos, el del periodista Rafael Maldonado Piedrahita, entrevistado en 1991:

“México era para nosotros en ese momento, el París para los Europeos, el país nación donde histórica y tradicionalmente, los exiliados políticos y los intelectuales habían encontrado cobijo. Recordemos que todos los poetas latinoamericanos, que todos los panfletarios latinoamericanos, que toda la intelectualidad perseguida del continente, termina asilada en México, entonces para nosotros formaba parte de esa tradición cultural y política de asilo y ninguno de nosotros pensaba en Lima, Buenos Aires o Río de Janeiro. Para nosotros el sitio obvio, natural, de asilo era México”. (p. 176).

El régimen de Felipe Calderón rompió con esa tradición de casi un siglo, lo que se reafirmó con lo sucedido a Miguel Ángel. Éste fue secuestrado y traído en forma ilegal a Colombia, donde los esbirros del régimen lo maltrataron y lo presentaron ante los medios de comunicación como un “peligroso terrorista” y se inició un falso positivo judicial, que aún no termina. Este hecho criminal fue avalado y amplificado por los medios de desinformación masiva, con todo tipo de mentiras e infundios. La farsa duró dos largos años en los cuales Miguel Ángel permaneció tras las rejas, hasta que una a una se fueron cayendo las falsas pruebas y nuestro amigo quedó en libertad.

 Pero para él la tragedia no ha terminado, porque después de su retorno a la Universidad Nacional, un Torquemada medieval que ocupa un alto cargo público se encargó de abrirle un proceso disciplinario absolutamente arbitrario, con las mismas falsas pruebas usadas por la Fiscalía, y, como en el caso de la Senadora Piedad Córdoba, procedió a destituirlo de su cargo de profesor y a inhabilitarlo para ejercer cargos públicos durante 13 años, según falló en primera instancia del 3 de septiembre de este año. No sobra decir que esto representa la muerte laboral y pública y la violenta interrupción de una notable carrera docente e investigativa.

 Hay que decirlo con todas las letras: este ataque planificado, realizado con toda la impunidad que ronda a los poderosos de este país, se centra en forma personal en Miguel Ángel, pero el asunto no se queda ahí, porque lo que en realidad se está poniendo en cuestión es la libertad de pensamiento y opinión en general y en particular en el ámbito universitario y académico, para que todos los que pensamos distinto a las clases dominantes y al Estado seamos acallados y criminalizados. El mensaje que transmite la Procuraduría es similar al de los inquisidores y censores de todos los tiempos: aquel que piense, escriba, opine en forma distinta a la oficial sobre el conflicto interno colombiano es y será considerado como un “guerrillero desarmado” o un “terrorista de civil”, que debe ser acallado y procesado en el mejor de los casos o asesinado y desaparecido, como sucedió con el también sociólogo colombiano Alfredo Correa de Andreis, quien murió por acción del DAS el 17 de septiembre del 2004.

Entre paréntesis, el 17 de este mes el DAS pidió perdón obligado y por orden judicial colocó una placa en la ciudad de Barranquilla, en el mismo lugar en donde fue asesinado el investigador costeño, con esta inscripción: “En memoria de Alfredo Correa De Andreis, asesinado en Barranquilla el 17 de septiembre de 2004. Hechos como los que originaron su muerte, jamás deberán repetirse. DAS en proceso de supresión, 17 de septiembre de 2013”. Ese día Magda Correa de Andreis, hermana del profesor asesinado, sostuvo que una “administración tenebrosa le hizo un montaje que le provocó la muerte”i.

He aquí el meollo del asunto: los pensadores críticos e independientes han sido y siguen siendo perseguidos por una “administración tenebrosa” y una (in)justicia también tenebrosa, que se basa en la mentira, la calumnia, la invención de pruebas, para perseguir a todos los que disienten, con el fin adicional de reafirmar su proyecto de liquidar de una vez por todas con lo que queda de universidad pública.

Mientras esto sucede, de lo cual Miguel Ángel es la prueba más palpable, los verdaderos criminales siguen actuando a sus anchas. Esto, por lo demás, no nos debe extrañar porque en una sociedad traqueta, como lo es la colombiana, lo que da prestigio no es el estudio o el ejercicio del pensamiento, sino los crímenes cometidos. De ahí que Pablo Escobar y sus émulos tengan tanta popularidad en el país y en algunas universidades se dicten cátedras que llevan el nombre de parapolíticos condenados, como sucede con César Pérez García, responsable intelectual y organizador de la masacre de Segovia en 1988, en la que fueron asesinadas 43 personasii.

 Pero no nos desviemos de nuestro objetivo, que es el de apreciar las calidades intelectuales, académicas y humanas de Miguel Ángel Beltrán, cuya límpida trayectoria de investigador no se ha visto entorpecida, ni mucho menos, por la privación de la libertad y el acoso al que se ha visto sometido, y que lo ha llevado a exiliarse en forma forzosa. Por el contrario, y como claro ejemplo que el saber comprometido con las causas populares y las vastas mayorías de este país, no tiene como objetivo intereses personales y falsos reconocimientos, Miguel Ángel ha producido en los últimos años varias obras, entre las que cabe mencionar Crónicas del “otro cambuche” y La vorágine del conflicto colombiano.

Con esto se demuestra que, cuando se tienen convicciones profundas y principios definidos, ni la cárcel ni la persecución pueden silenciar a los pensadores ni ocultar las verdades que éstos recuerdan a diario.

 
LA OBRA

La dura realidad latinoamericana se constituye en el trasfondo en el que se origina una importante producción bibliográfica crítica y alternativa a las explicaciones convencionales y conservadoras, y que desde el mismo siglo XIX ha ido forjando una rica y creativa veta explicativa sobre lo propio y específico de nuestro continente.

Después de la Revolución Cubana y durante el último medio siglo esa producción bibliográfica creció y se multiplicó a lo largo y ancho del continente, dando origen a un género propio y forjado de manera creadora en estas tierras: el testimonio. Es tal la importancia de esta forma de reflexión y escritura que Casa de las Américas —ese faro de la cultura al que tanto debemos los latinoamericanos, con sede en La Habana— creó hace muchos años un premio a este género, el cual ha reconocido a valiosas obras, en las que emergen extraordinarias historias de seres anónimos, que de otra manera nunca hubieran sido conocidas.

 El género testimonio es un hibrido entre la literatura y la reflexión política y social, en el que se combinan la autobiografía, las historias de vida, la historia oral, las vivencias personales y el análisis sociológico e histórico. La importancia de este género testimonial estriba en que ha permitido conocer las voces de los vencidos, de los de abajo, de los humildes y ha producido obras de trascendencia universal, como Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet o Memorias de Miguel Mármol, de Roque Dalton, para señalar tan solo dos ejemplos. En la primera se reconstruye la vida de

Esteban Montejo, un antiguo esclavo que en 1963, cuando tenía más de cien años, narró las peripecias de su extraordinaria existencia en la Cuba de finales del siglo XIX. En la segunda obra se recrea la apasionante vida de un dirigente del partido comunista de Salvador, que fue uno de los treinta mil fusilados de 1932 por la terrible dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, y que por pura suerte sobrevivió.
 
Desde la década de 1960 el género testimonial ha incursionado en diversos temas y se ha expandido en términos geográficas por todo el continente. Esto se explica por la misma complejidad y riqueza social y cultural de nuestras sociedades, diversidad y riqueza que se ha intentado extirpar mediante la fuerza bruta y el opio mediático, como lo han hecho las dictaduras militares y los regímenes de seguridad nacional Made in USA, todos los cuales dejaron, y dejan, una estela de sangre y horror, con el intento no solamente de destruir cualquier proyecto alternativo al capitalismo, como sucedió en Chile hace 40 años, sino también de borrar la memoria de las luchas de los vencidos y legitimar los crímenes de las clases dominantes y de los Estados.

En ese contexto adquiere un significado especial el testimonio, porque se constituye en un medio literario, estético y político —en el sentido profundo del término—de dar a conocer la injusticia y desigualdad de nuestras sociedades, junto con la extraordinaria capacidad de resistencia, lucha e imaginación de los explotados y oprimidos.

En nuestro país también se ha consolidado el género testimonial, el cual se encuentra íntimamente ligado a la violencia estructural imperante desde hace varias décadas. Entre esos aportes se pueden mencionar, a manera de ejemplos, la obra pionera Las Guerrillas del Llano de Eduardo Franco Isaza (1955) y las de Alfredo Molano. Esas obras han abierto camino a muchos autores, que han recurrido a la misma técnica para contar sus historias personales y las de otras personas. En este sentido, habría que diferenciar, aunque su distancia sea sutil y relativa, entre el testimonio autobiográfico y el testimonio que reconstruye la vida de otros. En cualquier caso, lo decisivo radica en que una obra de esta naturaleza relata hechos vividos en forma directa y se reconstruyen a través de la palabra viva, la que luego es recreada por el escritor y se plasma en un texto impreso.

A esta técnica es la que recurre Miguel Ángel en su libro La vorágine del conflicto colombiano, a partir de su propia experiencia como preso político en varias cárceles del país. El autor vive en forma directa esa traumática experiencia y a partir de allí concibe y escribe esta enjundiosa obra, para mostrar tras los barrotes la compleja y terrible historia de Colombia, desde el 9 de abril hasta la actualidad. Con su mirada de sociólogo, Miguel Ángel escruta todo lo que se encuentra a su alrededor en la cárcel y, recurriendo a un papel, a un lápiz y a su memoria personal, toma nota de todo lo que ve, y sobre todo, de lo que escucha. Así, durante los largos 25 meses de su cautiverio, va armando un libro, primero en su cabeza, que luego plasma magistralmente en papel y que hoy tenemos la fortuna de conocer. En condiciones tan complicadas para la labor intelectual, el autor recurre a la técnica testimonial de las historias de vida, a través de las cuales describe un intrincado tejido social en el que se configura la trayectoria existencial de los reclusos de las cárceles colombianas, pero en especial de aquéllos que están relacionados directamente con el conflicto armado.

Con una gran amplitud mental, pero con una notable firmeza política, Miguel Ángel reconstruye el conflicto interno del país, a través de las voces y recuerdos de algunos de sus protagonistas directos, los cuales cuentan y analizan su propia vida, pero también la de Colombia. Con un estilo literario directo y comprensible se presentan testimonios de guerrilleros, paramilitares y miembros de los cuerpos represivos del Estado, con lo que se proporciona una imagen integral de la guerra que soportamos. Para el efecto, el libro se divide en tres partes: la primera se titula “Protagonistas del conflicto” (pp. 35-157), la segunda, “La cárcel: ‘juntos pero no revueltos’ (159-282), y la tercera y última, “los hilos del pasado” (283-381).

 En la primera parte se presentan, en su orden, testimonios de militares, paramilitares, guerrilleros y uno especial de un personaje que fue en forma sucesiva guerrillero, soldado y paramilitar, que es, como lo dice el autor, un caleidoscopio de la guerra en Colombia. En esta parte, se evidencia el origen humilde y campesino de las personas que participan e intervienen en forma directa en la guerra, y queda claro, sin necesidad de leer con mucho cuidado, que la violencia tiene un origen estructural, y opera como un mecanismo para perpetuar la desigualdad y la injusticia en beneficio de los poderosos, lo cual se ha sustentado en un prolongado terrorismo de Estado. Esto no lo dice el autor en forma directa, sino que emerge de los mismos testimonios, en los que queda claro, en contra del falso sentido común que engendra el mismo Estado y falsimedia, que las violencias no son iguales ni simétricas, sino que la responsabilidad principal recae en el Estado, como lo dice Juan Carlos López un suboficial (r) del Ejército, para quien “las autodefensas son el ejército oculto del estado” (p. 60). O como lo sostiene en forma enfática Yimmy, miembro de las Autodefensas Campesinas del Casanare:

“Nosotros no fuimos los únicos victimarios […] hay agentes del Estado, altos funcionarios y políticos que también lo son y que contribuyeron a fortalecer las organizaciones de autodefensas.

[…]la lucha de las autodefensas fue iniciativa del mismo Estado: la desaparición forzada, las masacres fueron estrategias provenientes del mismo Estado y de sus agentes y nosotros recibimos de ellos sus instrucciones militares antisubversivas y hoy, detrás de estas rejas, venimos a darnos cuenta que fuimos utilizados por el Estado […]”. (pp. 87-88).

Este es un aspecto importante, porque hoy se difunde la falsa imagen que el Estado no es el principal responsable de la violencia y, en el mejor de los casos, que las violencias son simétricas. Con los testimonios que trae el libro de Miguel Ángel se demuele esta falacia.

Esta primera parte transcurre, por decirlo así, en el ámbito externo y previo a la cárcel, cuando los protagonistas recuerdan sus episodios de guerra. La segunda parte se traslada de ese ámbito externo al interno, a la cárcel propiamente dicha. Allí lo que se cuenta es la miseria e injusticia de la cárcel en Colombia, convertida en un verdadero molino de destrucción de los seres humanos que tienen la desgracia de llegar allí, sin importar si son presos sociales o políticos, y ese lugar no tiene el mínimo atisbo de ser un centro de resocialización o reeducación como dice la propaganda oficial. Pero también se relata la manera como los presos políticos se organizan para no dejarse hundir en medio de la miseria y la desesperanza y mantienen sus concepciones y sus formas colectivas de lucha.

Estos presos políticos resisten a pesar de que el Estado y la prensa nieguen su existencia y como en la época de Julio César Turbay Ayala se haya convertido en axioma la cínica afirmación, que también aparece referenciada en el libro, de ese nefasto Presidente de la República (1978-1982) que negando la existencia de esos prisioneros, haya dicho que aquí en Colombia el “único preso político soy yo”. Esa negación, que complementaba la negación del conflicto armado interno, ha servido al Estado para violar los más elementales derechos de los prisioneros y ocultar, literalmente, la existencia de unas 8.000 personas que están detenidas por sus convicciones políticas.

Afortunadamente, voces valientes como las de Miguel Ángel y la Fredy Julián Cortés –otro profesor de la Universidad Nacional encarcelado arbitrariamente y autor del libro Te cuento desde la prisión— han mostrado con sus escritos y denuncias que en Colombia si hay presos políticos y que soportan condiciones indignas e inhumanas de existencia.

Finalmente, en la tercera parte del libro, Miguel Ángel se anticipa y responde a la negación de la historia sobre el origen del conflicto en Colombia —que se acaba de oficializar en el Informe del grupo de Memoria Histórica—, en donde se sostiene que ese conflicto se desencadena con la aparición de la insurgencia de izquierda durante el Frente Nacional, con lo cual se lava la imagen de los partidos tradicionales y se borran sus crímenes (unos 300 mil muertos, por lo menos) durante la fase de la violencia partidista, entre 1945 y 1958. El autor reconstruye los hilos del pasado, que no han desaparecido, que unen el hoy y el ayer, y que implica, en términos historiográficos y políticos, incorporar la “primera violencia” para entender la actual. Eso se hace con el testimonio del padre de Miguel Ángel, un oficial retirado de la Policía Nacional, en el que se recuerda parte de lo sucedido después del asesinato de Gaitán y la violencia ejercida por pájaros y chulavitas, como se llamaba a los paramilitares de aquella época. También aparecen testimonios de otros momentos álgidos de la violencia contemporánea, referidos al exterminio de la Unión Patriótica y la persecución al M-19 tras el robo de armas al Cantón Norte, efectuado a finales de 1978.

 Hay que decir que por momentos el autor recurre a la ironía, al valerse de algunos documentos oficiales en los que se dicen bellezas que nada tienen que ver con la realidad nacional, tal y como se patentiza con las afirmaciones de Turbay Ayala sobre la inexistencia de presos de conciencia en este país en los años de 1979-1980, cuando las cárceles estaban repletas de miembros del M-19 y de otras organizaciones insurgentes, y cuando se había generalizado la tortura contra los opositores políticos, como expresión clara del terrorismo de Estado.

LA CÁRCEL

Un último punto al que me quiero referir en forma breve es el de la cárcel, porque constituye el escenario en el que se concibió este libro y la temática de fondo del mismo. La cárcel simboliza a pequeña y mediana escala la profunda injusticia y desigualdad imperante en este país, porque allí se traslada y evidencia la estructura de clases aquí existente.

 No sorprende que los presos sociales —pertenecientes, en términos generales, a los sectores más pobres y humildes de la sociedad— y los presos políticos —muchos de ellos de origen campesino— estén hacinados en condiciones indignas y soportando todo tipo de vejámenes y humillaciones, mientras que los pocos presos de las clases dominantes (parapolíticos, miembros del Paramento, delincuentes de cuello blanco –como los Nule) o ligados a ella (como uno de los responsable de la masacre del Palacio de Justicia) residan en lugares que no tienen nada que envidiarle a los hoteles de cinco estrellas. En condiciones similares se encuentran los miembros del Ejército y la Policía responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad que disfrutan del Melgar Resort y hoteles parecidos, con comodidades increíbles, las que nunca podrá alcanzar un colombiano común y corriente.

Los dos libros de Miguel Ángel referidos en forma directa o indirecta a su arbitrario e injusto cautiverio nos dicen mucho sobre esa dura realidad que se quiere negar, pero que está ahí y que nos abruma por su brutalidad: la de las cárceles colombianas. Allí se consume la vida de miles de colombianos que no tuvieron la oportunidad de estudiar, de conseguir un empleo digno, de tener un ingreso que les permitiera sobrevivir a ellos y sus familias, que se vieron empujados a llevar drogas en su cuerpo hacia los Estados Unidos o aquellos que se han revelado contra la injusticia. Mientras tanto, reconocidos criminales, con un interminable prontuario se aprestan a ser senadores de la república, y mantienen su arrogancia, porque saben que la impunidad los protege y tolera todas sus acciones delictivas.

 La cárcel es un instrumento para aterrorizar y domesticar a la gente, para que asuma la desigualdad y la opresión como algo perfectamente normal y natural y por eso el régimen carcelario reproduce al pie de la letra la lógica del capitalismo neoliberal, esto es, castigar a los cuerpos, para que su fuerza de trabajo esté siempre disponible y a bajo precio. En el caso de los que piensan, la prisión es utilizada por el Estado terrorista para acallarlos e intimidarlos, para impedir que se difundan otras formas de ver la sociedad y el conflicto en este país.

El libro de Miguel Ángel Beltrán es un testimonio directo no sólo de alguien que ha soportado todo tipo de maltratos y calumnias por parte del Estado y los dueños de este país, sino, lo que es más importante, de una persona que ha dado ejemplo de firmeza y dignidad, para no traficar de ninguna forma con su dolor a cambio de unas dadivas miserables que ofrece el régimen. Con esto se demuestra que en Colombia, al igual que ha sucedido en otros lugares y otras épocas, hombres y mujeres valerosos han convertido a la cárcel en otra escuela de la vida, para reafirmar sus convicciones y

sus ideales de lucha. Esto nos recuerda lo dicho por el personaje central de la novela de Jack London, El vagabundo de las estrellas:

“[…] he conseguido evadirme de mi tumba, escapar de ella pese a la reclusión a la que me sometieron, en mi vuelo inusitado que muy pocos hombres libres han conocido. Sí, me río de aquellos que creyeron encerrarme en este calabozo y que, por el contrario, me han abierto los siglos. Gracias al castigo, he podido ir recorriendo todas mis existencias anteriores”iii.

 Miguel Ángel con sus libros, como el personaje de Jack London, se ha evadido de los carceleros, de aquellos que quieren encadenar el pensamiento con los grilletes de la censura y la intolerancia. Para terminar podemos recordar las palabras de José Martí, que aparecen en su texto sobre su experiencia como prisionero político en España, cuando todavía ondeaba la bandera del decrépito imperio ibérico sobre Cuba:

“La honra puede ser mancillada.

La justicia puede ser vendida.

Todo puede ser desgarrado.

Pero la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás.

Salvadla en vuestra tierra, si no queréis que en la historia de este mundo la primera que naufrague sea la vuestra.

Salvadla, ya que aún podría ser nación aquella, en que perdidos todos los sentimientos, quedase al fin el sentimiento del dolor y el de la propia dignidad”iv.

 
NOTAS

i. “El DAS no pidió ningún perdón: fue una obligación”, http://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-das-no-pidio-ningun-perdon-fue-una-obligacion-articulo-447034

ii. En la página web de la Universidad Cooperativa puede leerse al respecto esta perla de impunidad “La Facultad de Ingenierías de la sede Medellín celebró en su bloque ubicado en el sector de Buenos Aires el tradicional día del Ingeniero. […] El acto central de la celebración fue el lanzamiento de la Cátedra Abierta de Ingeniería “César Pérez García” por parte de la Directora Académica de la sede Medellín, Ligia González Betancur”. En la intervención, mencionó los comienzos de la Universidad y el papel que jugó el doctor Pérez García durante los primeros años para la consolidación de la institución. De igual manera mencionó sus calidades personales y profesionales. La Cátedra abierta se constituye como un espacio de apropiación del conocimiento científico, tecnológico y empresarial en aspectos de orden ingenieril. Se denomina abierta porque recibirá personas interesadas de todos los sectores de la sociedad. Internamente busca que los estudiantes logren identificar aspectos académicos propios de su formación, relacionados con las mejores prácticas y desarrollos actuales que se vienen gestando en grupos de investigación, empresas y organizaciones nacionales e internacionales”.

http://www.centrohistorialopezmichelsen.hol.es/catedra-cesar-perez-garcia.html

iii. Jack London, El vagabundo de las estrellas, Plaza y Janes, Barcelona, 1975.

iv. José Martí, El presidio político en Cuba, disponible en http://jose-marti.org/jose_marti/obras/documentoshistoricos/presidiopolitico/presidio01.htm

Renán Vega Cantor

Fuente: Rebelión, 23 de septiembre de 2013